martes, 20 de enero de 2015

Poblado Amurallado Fenicio de Camara (Elda) CA-380



Localización:

 El Poblado Amurallado Orientalizante de Camara se encuentra cercano a la ciudad de Elda, en la comarca alicantina del Vinalopó Mitjá. Pertenece al grupo de fortificaciones del Valle de Elda y ha sido declarado Bien de Relevancia Local (B.R.L.).


Localización del yacimiento en Google Maps

Vista del Poblado Fenicio de Camara en Google

 Se sitúa al SO de la cumbre de la Sierra de Camara, al NO del valle, y a una altitud aproximada a los 840 m. s.n.m. 


Vista general de la Sierra de Camara

 Para llegar hasta el poblado se utiliza el sendero PRV-221-2 existente, que sube a la cumbre de Camara desde el Caserío de Camara, al que se accede por un camino asfaltado que sale a nuestra izquierda en la bajada de La Torreta, carretera existente entre Elda y Sax.


Cumbre de Camara

Ruta senderista de la subida a Camara PRV-221-2

Vista del valle de Sax desde la cumbre de Camara

Localización del yacimiento en el mapa topográfico

Historia:

 Aparte de los asentamientos prehistóricos datados en el Neolítico y Edad del Bronce del valle, este yacimiento de Camara corresponde a uno de los más antiguos del mismo, ya que está datado como poblado indígena orientalizante, probablemente entre el siglo VII –VI a.C., un estratégico centro de control viario y comercial con presencia de fenicios, que entraron en contacto con los últimos indígenas del lugar de la Edad del Bronce.

Hay vestigios de un asentamiento prehistórico ibérico, así como de la romanización y de la época bajo imperial en el Yacimiento Ibero-Romano de El Monastil, a sólo unos 5 km. de este poblado. (Ver entrada CA-200 en este mismo Blog).


Con la llegada del Islam a estas tierras, el núcleo poblacional de El Monastil entra en decadencia y es abandonado progresivamente. Sólo pervivirá, entre los siglos VIII-X una pequeña comunidad musulmana de monjes-soldados en torno a una pequeña mezquita.

 Antes de crearse el núcleo de la actual Elda, en los alrededores se formó una alquería islámica que posteriormente fue abandonada. Posteriormente surgirá el enclave islámico de Illa en torno al actual castillo que fundaron los musulmanes almohades a finales del siglo XII. De la Elda islámica se han descubierto una necrópolis árabe (en las inmediaciones del Excmo. Ayuntamiento), algunas viviendas y un taller de alfarería. También se sabe que bajo los cimientos de la Iglesia Arciprestal de Santa Ana, había una mezquita árabe.

 La edificación de la fortificación islámica cabe situarla entre el año 1.172, fecha de la derrota del ejército almohade en Huete con su retirada hacia Murcia, y el año 1.244, cuando tras el Tratado de Almizra el rey Fernando III de Castilla dona el castillo y villa de Elda a uno de los caballeros participantes en la campaña militar de Murcia. Este dato está avalado por todos los restos de época almohade aparecidos en las excavaciones del castillo. (Ver entrada CA-043 en este mismo Blog).

 Pero breve fue el espacio de tiempo que permaneció el castillo bajo dominio musulmán, pues a consecuencia del Pacto de Alcaraz (1.243) la totalidad del reino musulmán de Murcia pasó a convertirse en protectorado castellano.

 Elda fue conquistada en 1.243 por el rey Jaime I, permaneciendo bajo soberanía castellana hasta 1.296 en que fue tomada por Jaime II de Aragón. La villa y castillo de Elda fueron prontamente cedidos a uno de los caballeros que participó en la campaña murciana del infante Alfonso, y así, el 15 de Abril de 1.244, Fernando III donará la villa y castillo a Guillén “el alemán”, que lo poseerá hasta su muerte en 1.245. Será entonces cuando el rey lo entrega a la Orden militar de Santiago, que lo mantendrá entre 1.245 y 1.257, como uno de sus puntos avanzados en el amplio conjunto de posesiones santiaguistas.

 Sin embargo, en este último año, el ya rey Alfonso X el Sabio lo rescatará de las manos de la Orden y se lo entregará a su hermano, el infante don Manuel, que lo incluyó en su extenso rosario de posesiones en el Vinalopó, como parte integrante del señorío de Villena.

 En este tiempo sufriría el protagonismo que le confirió el Valle de Elda, como zona fronteriza entre los dos reinos, viéndose involucrada en los contínuos enfrentamientos entre ambos reinos cristianos a finales de la Edad Media.

 El siglo XIV vendrá marcado por la pertenencia de Elda y su castillo al reino de Valencia y por la intensa actividad bélica desarrollada en estas tierras. La conquista de Murcia (1.305) originó un cambio en la posesión de Elda, que pasó de manos castellanas a ser posesión, durante la primera mitad del siglo XIV, de miembros de la casa real de Aragón, como la reina Doña Blanca (1.305-1.312), esposa de Jaime II; y el infante don Fernando (1.329-1.363), hijo de Alfonso IV.

 Con posterioridad, durante la Guerra de los dos Pedros (1.356-1.366) el castillo participó activamente en la contienda, al ser utilizado como base de operaciones por el infante Fernando. Tras la muerte de este último, se produciría la conquista castellana de todas las fortalezas del Vinalopó.

 Con la retirada de las tropas castellanas, en la primavera de 1.366, el rey Pedro IV de Aragón dentro de su política der pago y agradecimientos, concede los señoríos de Elda y Novelda a Bertrand Duguesclín. Sin embargo, este caballero francés devolverá sus posesiones a la Corona, que volverá a conceder el castillo y lugar de Elda, junto con la fortaleza de La Mola, a otro caballero mercenario, en este caso el noble inglés Hugh de Calviley. Éste, a su vez, venderá en 1.378 el señorío de Elda y Aspe al rey Pedro IV, integrándose de nuevo Elda como parte del Patrimonio Real de Aragón.

  Frente a esta inestabilidad política, bélica y económica de los años precedentes, el último cuarto del siglo XIV y primero del XV vendrá caracterizado por una marcada estabilidad, favorecida por la pertenencia sucesiva de Elda al patrimonio de las reinas aragonesas doña Sibila de Forcia (1.378-1.387), cuarta esposa de Pedro IV, y doña Violante de Bar (1.387-1.424), esposa de Juan I. Ambas se preocuparán por la recuperación integral de la zona, potenciando las obras de refuerzo y reforma del castillo, incrementando su guarnición e iniciando su conversión en residencia aristocrática.

 Durante el siglo XV es de suponer que el castillo de Elda, sin perder el rasgo de plaza fuerte, fuera convertido en residencia temporal primero de Doña Violante y posteriormente del primer conde de Cocentaina durante sus estancias en sus posesiones valencianas más meridionales. A este respecto recordamos que durante los 24 años comprendidos entre 1.424, fecha de la compra de la baronía de Elda, y 1.448, fecha de la adquisición del señorío contestano y su nombramiento como conde de Cocentaina, Ximén Pérez de Corella debió residir frecuentemente en el castillo de Elda, por ser esta villa, junto a Aspe, sus principales señoríos jurisdiccionales, y así, en la primavera de 1.427 acogió al monarca aragonés Alfonso V en el castillo de Elda, durante unas jornadas de caza en los antiguos pinares de Elda.

 Sin embargo, a finales del siglo, Joan Roiç de Corella i Moncada, III conde de Cocentaina, venderá paulatinamente sus posesiones del Vinalopó, y así, tras la venta de Aspe a la familia Cárdenas, señores de Elche, procedió a la venta de la baronía de Elda ( Elda, Petrer y Salinas) a D. Juan de Coloma, secretario personal del rey Juan II de Aragón y su hijo Fernando II, mediante un precontrato de enajenación firmado en Alcalá de Henares en 1.497, y que se hizo efectivo el 4 de Septiembre de 1.513 en la ciudad de Valencia.

 A partir de este año, la familia Coloma, de origen aragonés, convertirá el castillo en su casa solariega, circunstancia mantenida a lo largo del siglo XVI y parte del XVII, que dio lugar a la transformación definitiva de la fortaleza militar medieval en una residencia palaciega, digno palacio condal de una de las familias más nobles e importantes del Reino de Valencia, cuyos miembros llegaron a ser virreyes de Cerdeña, generales de los ejércitos en Flandes, embajadores, gobernadores y alcaides del castillo de Alicante por varias generaciones. El poder señorial de la estirpe Coloma encontrará su principal punto de apoyo con la institución del condado de Elda, efectuado por el rey Felipe II en 1.577 en la figura de D. Juan Pérez Calvillo de Coloma y Cárdena, al acabar su virreinato en Cerdeña.

 Por ello, en el siglo XVI se convierte en residencia del recién creado Condado de Elda, quedando como propiedad señorial el castillo y villa.  Los nuevos Condes de Elda lo transforman en un lujoso palacio renacentista y reforman asimismo el antemural para asegurar mejor su defensa. Este carácter de residencia condal, y lugar desde donde se administraba la jurisdicción señorial, permitió que el castillo perviviera en pleno rendimiento durante los siglos XVI al XVIII, hecho nada frecuente en el resto de fortificaciones de la cuenca del río Vinalopó, cuya vida y función no fueron más allá del siglo XVI.

 A principios del siglo XVII la población se vio drásticamente reducida como consecuencia de la expulsión morisca, decretada por el rey Felipe III en el año 1.609, en la cual casi 2.000 moriscos eldenses tuvieron que abandonar la villa, tardando mucho tiempo en volver a recuperarse. A partir de este momento se produjo un marcado absentismo señorial de los condes de Elda, que no será paliado hasta el siglo XVIII por visitas esporádicas y su alojamiento en palacio, o también por la utilización de sus diversas dependencias como la cisterna, los almacenes de harina y aceite, torres, campanario, etc. por los ayuntamientos con ocasión de guerras, epidemias , plagas u otros acontecimientos.

 Durante la Guerra de Sucesión, los habitantes de Elda apoyaron mayoritariamente la causa de Felipe V, mientras que el Conde Coloma tomó partido por el archiduque Carlos.



Escudo de la ciudad de Elda

 Estado actual:

 Este yacimiento, como hemos dicho, estuvo ocupado por un asentamiento indígena orientalizante, conocido como CAMARA I, del que no se conoce por el momento fase prehistórica precedente y donde las excavaciones arqueológicas se han reducido hasta el momento a unas prospecciones preliminares realizadas durante los años 80 por D. Antonio M. Poveda, arqueólogo eldense y actual director del Museo Arqueológico de Elda.

 En dichas prospecciones se recuperaron multitud de fragmentos cerámicos, de los cuales tres cuartas partes pertenecen a ánforas locales, entre las que se han detectado algunas fenicias. El resto pertenece a platos grises y tinajas de asas de doble tendón, todas ellas locales.

 Es muy interesante la presencia de marcas y grafitos fenicios sobre algunas de estas cerámicas, especialmente las ánforas, y aunque algunas de estas marcas son idénticas a las de El Monastil, algunos de los grafitos son anteriores a la cocción y sobre objetos fabricados en el propio Camara.

 Las estructuras localizadas son escasas, existiendo un edificio fortificado, cuyos muros fueron construidos con la técnica de “piedra seca”, con unos 1,60 m. de espesor, formando un “bastión” en el flanco norte. Al oeste se encuentra una estructura de tendencia circular, muy arrasada, que emerge directamente de la base rocosa del monte.

 Se hace notar la existencia de mineral de hierro en las cercanías, lo que hace pensar que esta riqueza mineral pudo ser motivo para que atrajese a los fenicios a ocupar este asentamiento.

 Sus materiales hallados se encuentran, algunos, en el Museo Arqueológico de Elda. La mayoría, están en los fondos de dicho museo, a la espera de su clasificación y estudio.

 Estamos, pues, ante un asentamiento clave por su situación geoestratégica privilegiada, ya que a sus pies se encontraba la Laguna de Salinas, abundante en presencia de sal, conservante alimenticio fundamental en la antigüedad, donde confluyen, además, los itinerarios naturales hacia la Meseta, Andalucía, Levante y la costa, pues no en vano se encuentra en sus cercanías la famosñisima "Vereda de los Serranos", principal vía de transhumancia ancestral de estas tierras.

Galería fotográfica:


Murallas del poblado fenicio de Camara









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