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En él no sólo podrán ver los castillos, fortalezas y torres propiamente dichos, sino que nuestro catálogo de Castillos de Alicante incluye todas las fortificaciones de carácter militar y/o defensivo, a través de la Historia de Alicante, desde la Prehistoria hasta nuestros días.

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Ximo G. Rico. Presidente Asociación "Amigos del Castillo de Elda"

Elda, Septiembre de 2.013

jueves, 14 de marzo de 2019

Poblado Amurallado Cerro de las Balsas (Alicante) CA-414


Localización:

 El Poblado Amurallado Íbero del Cerro de las Balsas se encuentra localizado en La Albufereta de Alicante, comarca de L´Alacantí, muy cerca del Yacimiento de Lvcentum, la ciudad íbero-romana precursora de la ciudad de Alicante.

Localización del yacimiento en Google Maps

Vista del Poblado del Cerro de las Balsas en Google

 Está situado en una elevación o cerro, al este de la Sierra Grossa y algo al norte de la Playa de de la Albufereta de Alicante, con una extensión de unas 3 Ha., en la Calle Flora de España (entre la Avda. Vía Parque y dicha calle). Frente a él, se encuentra el yacimiento de Lvcentum.

Localización en el mapa topográfico

Historia: 

 Los primeros pobladores de Alicante sin duda alguna eligieron este enclave para su asentamiento, adscrito a la Edad del Bronce.

 Posteriormente sus pobladores, con la llegada de la orientalización, se trasladan al asentamiento de L´Illeta de Campello, primer vestigio de poblamiento íbero en la comarca de Alicante, según se desprende de las actuaciones arqueológicas efectuadas. Posteriormente se realizan asentamientos íberos en la Sierra Grossa y en el Cerro de las Balsas, prácticamente uno frente a otro.

 Con la dominación romana, se establecieron en el Tossal de Manises (Lvcentvm) y los pobladores "romanizados" se trasladan a lo que en la actualidad es el barrio de Benalúa, donde se han encontrados restos de los primeros asentamientos acaecidos en la capital. Posteriormente, tras la dominación árabe, los conquistadores construyeron la "Medina Al-Laqant", seguro origen del nombre de Alicante.

 Los orígenes de la ciudad, por tanto, son árabes, ya que la medina se formó alrededor del Benacantil, y la fortaleza musulmana se construyó en la cumbra del mismo. Posteriormente, distintas fases de construcción delatan sus ampliaciones dada su creciente importancia como plaza fuerte del islam.

 Inicialmente el poblado árabe en las laderas de la montaña se fue dotando de distintas fortificaciones, hasta que el castillo y la medina se ampliaron por toda la montaña. Posteriormente, las fuerzas cristianas, una vez reconquistado, siguieron su ampliación, incorporando a sus cimientos nuevas murallas, torres y recintos fortificados.

 Durante la reconquista, la ciudad y su fortaleza fueron rendidos por las tropas almohades al infante castellano Alfonso, primogénito del rey Fernando III. En los años posteriores, y en los confusos pactos y hechos de armas que relacionaron musulmanes, castellanos y aragoneses, la plaza se sublevó y de nuevo tuvo que tomarla por las armas en aún infante Alfonso. 

 Tal conquista se consolidó el 4 de noviembre de 1.248, festividad de Santa Bárbara, de la que tomó su nombre en conmemoración del tal efeméride, cuando el castillo al fin pasó a manos cristianas, aunque no estaría definitivamente en poder castellano pues en el el año 1.261, siendo ya rey Alfonso X el Sabio, la rebelión musulmana tomó de nuevo la fortaleza, extendiéndose la sublevación a otros territorios limítrofes.

 Debería ser Jaime I quien, en esta ocasión, recuperase para los reinos cristianos la plaza, sofocando así la rebelión musulmana, y en los Pactos de 1.304, acordados entre el rey Dionisio de Portugal, el infante Don Juan de Castilla y el Obispo de Zaragoza, los territorios de L´Alacantí se incorporaron al Reino de Valencia.

 Durante la contienda militar mantenida entre Pedro de Aragón y Valencia, y Pedro de Castilla (denominada Guerra de los Dos Pedros), el castillo de Santa Bárbara estuvo en manos castellanas y aragonesas de forma alternativa. Finalmente, al abandonarlo las fuerzas castellanas en 1.366, el castillo se encontraba en estado ruinoso.

 A principios del siglo XV, el rey Martín el Humano acometió nuevas obras de recuperación del Castillo de Santa Bárbara. En los inicios del siglo XVI, la irrupción de la artillería, sus usos y estrategias, eran un hecho consumado, y en castillo se adaptaron las nuevas innovaciones de forma temprana.

 En el siglo XVI serían muchas las escaramuzas y batallas que se librarían desde Santa Bárbara contra las incursiones piratas. Éstas provenían de los corsarios berberiscos y conducirían a que el rey Felipe II ordenase nuevas y más potentes fortificaciones en el castillo. Los ingenieros franceses e italianos desarrollaron nuevas técnicas de defensa y fortificación adaptadas al uso artillero, y por ello el rey encargó a los ingenieros italianos Fratín y Antonelli el proyecto de reconstrucción y adaptación del castillo, edificándose nuevos fortines, fosos, murallas, torreones, etc., destinados a utilizar y resistir más eficazmente la guerra apoyada en la artillería. Las nuevas obras de acondicionamiento se llevaron a cabo a finales del siglo XVI, incrementándose notablemente el perímetro de la fortaleza. No obstante, en esta nueva reestructuración, desaparecieron importantes restos del amurallamiento árabe original.

 Durante la Guerra de Sucesión, la fortaleza estuvo continuamente asesiada, relatándose tres importantes acciones de armas en pocos años: la primera, en Agosto de 1.705 en la que las tropas de Felipe V rechazaron el asalto de las fuerzas del archiduque Carlos. La segunda, el 9 de Enero de 1.706, en que las tropas del archiduque volvieron a intentar la rendición de la fortaleza sin éxito. Finalmente, el 8 de Julio de ese año, las fuerzas del archiduque iniciaron un largo asedio por tierra y por mar que concluyó con la toma de la fortaleza el 6 de Septiembre. Fue ésta una de las épocas de más protagonismo del Castillo de Santa Bárbara.

 A pesar del fracaso en la Batalla de Almansa, la fortaleza quedó en poder de los aliados hasta bien entrado el año 1.708. A principios de diciembre de este año, las tropas de Felipe V sitiaron la ciudad de Alicante, consiguiendo su rendición en la mañana del día 7 de ese mes. Sucumbió la ciudad, pero no su castillo, que, bien defendido y con numerosa tropa, resistió el asalto.

 El carácter probado de la inexpugnabilidad  de Santa Bárbara obligó a las tropas borbónicas a plantearse otras alternativas, decidiéndose por la voladura de la fortaleza. Aquí se inicia una de las más épicas gestas militares libradas en este castillo. El general francés D´Ansfeld ordenó la preparación de una mina  a una profundidad de veinte metros y casi cien mil libras de pólvora. Con esta evidente amenaza se conminó a los defensores su inmediata rendición y, ante la negativa de éstos, se decidió la voladura en los últimos días de febrero o los primeros de marzo de 1.709.

 La explosión destruyó una gran parte de la fortaleza, y las grandes rocas desprendidas y lanzadas por los aires, ocasionaron importantes daños en la fortaleza y la ciudad, siendo muy numerosas las bajas humanas entre la oficialidad y la tropa resistentes. No obstante, los defensores, en número superior al medio millar, no se rindieron hasta mediados de abril, momento en que las circunstancias eran sumamente precarias. Tras la rendición, las fuerzas aliadas abandonaron la fortaleza con honores y desfilando ante la formación de las tropas borbónicas asaltantes.

 Durante la Guerra de la Independencia, la fortaleza hizo frente, con su poder artillero, a algunos asaltos de las tropas francesas. En esta época, un hecho fortuito prendió fuego a las reservas de pólvora del castillo, provocando una enorme explosión que destruyó parcialmente sus instalaciones. A partir de ello, su importancia declinó rápidamente, siendo desartillado definitivamente en 1.893. Después sirvió como prisión militar en tiempos de Jovellanos y el general Elío, entre otros.

 Respecto a la historia del yacimiento, ya en los años 30 del siglo XX, Figueras Pacheco había recogido materiales en la zona, principalmente cerámicas ibéricas y romanas, así como algunos restos de muros. G. Vidal, en el año 1.944, ya lo describió como poblado ibérico y claramente diferenciado del Tossal de Manises (Lucentum). En esa época aparecieron sepulturas y objetos interpretados como púnicos.


 En el año 1.973, Enrique Llobregat hace referencia al Cerro de las Balsas, recogiendo fragmentos cerámicos con cronología desde el siglo IV a.C. hasta el periodo romano. Las cerámicas íberas muestran decoración geométrica, identificándose, además, cerámica campaniense y algunos fragmentos de cerámica griega de figuras rojas y fragmentos de ánforas de tradición púnica.


 Entre los años 1.990 y 1.991 se realizan sondeos manuales, mecánicos y electromagnéticos, que confirman la presencia de un asentamiento amurallado de época ibérica, junto a restos anteriores de la Edad del Bronce y posteriores romanos y tardorromanos.



Escudo de la ciudad de Alicante

Descripción y estado del yacimiento:


Recreación del embarcadero y poblado ibérico

 Se trataría de un poblado ibérico amurallado, con posible doble recinto fortificado, con presencia de abundante cerámica y estancias domésticas. Los materiales hallados nos hablan de un yacimiento que se data entre los siglos VI a.C. y el III a.C.

 La villa estaría formada por varios muros separadores de las viviendas y un posible pozo o balsa con cazoleta interior y un suelo de "opus signinum", toda ella rodeada con una muralla defensiva. Ante ella se encontrarían edificaciones anexas al embarcadero del puerto íbero.

 En una primera campaña de excavación se descubrieron los restos de una vivienda con un horno o "lar" posterior a la época tardorromana; una tumba de inhumación tardorromana cubierta de grandes osas de piedras planas; una pista ibérica formada por pequeñas piedras y cubierta de tierra apisonada con orientación NW-SE, hacia el poblado; un fondo de cabaña con parte de una pequeña estructura de piedras y dos silos o vertederos del Bronce Tardío Final.

 De las excavaciones se deducen dos fases de ocupación en época ibérica: una del siglo VI al siglo V a.C. y otra del siglo IV al siglo III a.C. Las técnicas de construcción son las habituales en el mundo ibérico, con muros de mampostería y adobes. En los restos de la muralla no se han identificado restos de bastiones o torres defensivas, tal vez por haber sido completamente arrasadas. Las habitaciones son rectangulares, y los techos de las viviendas serían con toda probabilidad de cañizo enlucido sobre postes, de los que se han identificado piedras planas con orificios que les servirían de apoyo.

 Entre los materiales recuperados destacan los fragmentos de cerámica íbera decorada con motivos geométricos habituales (bandas horizontales, circunferencias concéntricas, semicircunferencias, sectores, líneas onduladas, costillares verticales y horizontales tipo "tejadillo", pequeños trazos, etc.). No se ha identificado decoración impresa.

 En relación con las formas, se han identificado las características, presentes en otros yacimientos contestanos, sistematizadas por S. Nordström, como platos, páteras, escudillas, cuencos, caliciformes, grandes tinajas, lebetes, cráteras, jarras del tipo "oinocoe", urnas de orejeras, ánforas, etc. La cerámica de importación representa aproximadamente el 2%, y está representada por cerámica griega de figuras rojas, algún fragmento de figuras negras y cerámica de barniz negro ático. También se identifica cerámica de "cocina".

 Además de cerámica se han identificado seis figuritas de terracota fragmentadas (cuerpo de caballo, cabeza de caballo, pie de niño...), una máscara, perlas y un colgante-máscara masculino en pasta de vidrio de 1,8 cm. de origen fenicio-púnico (datado entre el siglo VII y el V a.C.), un colgante-máscara demoníaca de 1,5 cm. y una fíbula anular hispánica fechada entre los siglos V y IV a.C.

 En el año 2.008, se realizó una exposición en el MARQ de Alicante de una figura de terracota hallada en el yacimiento que reproduce un barco de época ibérica, además de un fragmento de escultura, hallado por el dueño del terreno donde está el yacimiento, que corresponde al cuarto trasero de un animal, posiblemente de un toro, que está fechado entre los siglos IV y III a.C., similar a los hallados en Monforte del Cid.


Terracota de un posible barco fenicio (MARQ, 2.008)

 Pero sin duda uno de los hallazgos más relevantes de este yacimiento es el Plomo Ibérico del Cerro de las Balsas. Fue descubierto casualmente por Chistian Le Goff mientras paseaba a su perro tras unas fuertes lluvias. Inmediatamente se puso en contacto con el Técnico Conservador del MARQ y lo puso a su disposición. Un calco del mismo fue enviado a dos de los mayores especialistas en epigrafía y lengua íbera, Domingo Fletcher y J. Utermann, que no pudieron terminar su estudio.

Plomo Ibérico del Cerro de las Balsas

 J. Elay fue el encargado de continuar y en un principio dudó de su autenticidad dadas las características de algunos de sus signos. La inscripción está grabada sobre una lámina de plomo elíptica de 6,1 x 5,5 x 0,2 cm. Tiene un saliente perforado con dos agujeros e incluye un total de 160 signos más 4 numéricos, en las dos caras, estando completo y bien escrito, leyéndose de izquierda a derecha.

Galería fotográfica:









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