Entre los confines de los términos municipales
de Alicante y San Juan, existe una zona denominada la Partida de la Condomina,
zona de huerta antigua que en la actualidad ha sido en la mayoría de su
extensión absorbida por las modernas urbanizaciones de la Playa de San Juan, y
en las que existen una veintena de torres vigía y de defensa, muchas de ellas
abaluartadas, en muy distintos grados de conservación. Algunas desaparecidas
por completo, otras en estado de semirruina y las más, afortunadamente, en un
excepcional estado de conservación. Son las llamadas “Torres de la Huerta”, con un alto interés cultural e histórico de
la provincia de Alicante, como es el caso de la Torre de Salafranca. En concreto, la Torre de Salafranca se encuentra en la localidad de San Juan.
Localización en Google Maps
Vista de la Torre de Salafranca en Google
En concreto, esta torre se incluye en el catálogo de Torres de la Huerta aunque su ubicación no esté propiamente en la misma, pues se encuentra en las afueras del pueblo de San Juan en su zona noreste, en un abarriada del mismo nombre, lo mismo que sucede con la Torre de las Paulinas, y al norte de ésta. Se localiza en el Camino de Serení, nº 2-B en San Juan.
Localización en el mapa topográfico
Historia:
La partida de la Condomina- San Juan se ha
caracterizado, ya desde época lejana, por el establecimiento de población en
numerosas villas dispersas, que en la mayoría se mantienen en la actualidad y
que se comenzaron a construir tras la desaparición de la ciudad romana del
Tossal de Manises.
Algunas, más cercanas al mar, tenían como
misión formar una red de alerta rápida para dar aviso de la proximidad
de los enemigos al castillo-fortaleza más cercano, que presumiblemente sería el
de Santa Bárbara, en Alicante. Otras, situadas más al interior, formarían parte
integrante de la masía a la que
pertenecían, constituyendo lo que en el Maestrazgo valenciano se conoce como
“masía fortificada”, haciendo que la defensa de las mismas se realizase de
forma autónoma, en la que la defensa de ellas se basaba en una gran torre de
recia construcción en la que los miembros que formaban dichas masías se
refugiaban de los ataques hostiles.
En cualquier caso, no hay que olvidar que el
margen de las tensiones entre comunidades cristianas y musulmanas después de la
expulsión de los moriscos a principios del siglo XVII, los factores de
inseguridad se mantuvieron hasta algunos siglos después. Los ataques
berberiscos a la costa alicantina se mantuvieron hasta bien entrado el siglo
XVII y, posteriormente, la amenaza de la flota de guerra francesa estuvo
presente durante la Guerra de los Treinta Años. Además, el bandidaje, oculto en
las cercanas montañas alicantinas, también tuvo su incidencia en el
mantenimiento de estas casas fortificadas.
Son pues, un excelente ejemplo de arquitectura
militar-defensiva adaptada a las circunstancias sociales de estos siglos y se
tiene conocimiento de que al menos existieron unas 30 torres, de las cuales
muchas de ellas, las 26 que presentamos
aquí, están debidamente catalogadas, mientras que otras han desaparecido por
completo, como la Torre Maimona, la Torre Teresa o la Torre de Rizo.
Su construcción data del siglo XVI.
Escudo nobiliario en la fachada de la vivienda
Escudo de la población de San Juan de Alicante
Estado
actual:
Torre de Salafranca (antigua), con la alberca que se cita
Transitando por el Camino del Serení en la población de San Juan de Alicante, nos encontramos con la Torre de Salafranca. Esta noble construcción, erigida en el siglo XVI, formaba parte del sistema de torres que proporcionaban vigilancia y salvaguarda a los habitantes de este enclave a finales del Renacimiento y de toda la Edad Moderna, época en la que el Campo de Alicante era frecuentemente atacado por los piratas berberiscos. Como es habitual, la torre forma parte de una vivienda. Afortunadamente la morada continúa habitada, lo que ha permitido mantener el conjunto en buen estado de conservación.
La torre construida en sillería tiene planta prismática y base ataludada, alcanzando los 10 metros de altura gracias a sus muros que llegan a superar e metro de espesor. El espacio interior consta de planta baja y dos alturas, rematadas con una terraza cubierta. Las plantas superiores se comunican con una escalera de caracol. La solidez de la arquitectura exterior contrasta con la modestia de los materiales constructivos empleados en el interior de la fortificación, ya que los techos se configuran mediante un entrevigado rematado en revoltón de yeso descansando sobre los muros. La cara sur de la torre contaba con dos troneras, hoy en día cegadas, y que servían como unas ventanas estrechas para la defensa del conjunto. La fachada noble de la vivienda cuenta con un escudo nobiliario.
Aparecen en el enclave dos peculiaridades vinculadas directamente con el agua. Por un lado, la torre cuenta con un aljibe al que se accede por una pequeña puerta desde el exterior. Los conistas D. Isidro Buades y D. J.Ramón Martínez nos cuentan que resulta enigmático que el acceso al aljibe se hiciera desde el exterior, ya que pensemos que si tuviésemos que buscar refugio en el interior de la torre por estar siendo atacados por un grupo de piratas, no resultaría muy recomendable salir al exterior para abastecernos de agua.
Esto puede indicarnos que, o bien el pozo se construyó una vez que la torre perdió su función defensiva, o bien que pudo existir un acceso desde la vivienda al interior del pozo. Dado que no se ha encontrado este acceso en la vivienda, se puede suponer que a lo largo de las numerosas modificaciones que ha sufrido la misma a lo largo de los siglos XIX y XX, tampoco se descarta que en elgún momento se haya podido cegar dicha entrada al aljibe desde la misma.
Otra de las curiosidades de la torre relacionada con el agua tiene que ver con el sistema de riego. Si bien la morada cuenta con una balsa en el interior de la finca, muy cerca del paraje, entre Salafranca y la Ermita de Santa Ana, existe una fotografía antigua (de los años 40 del pasado siglo) en la que podemos ver otro estanque de gran tamaño que lamentablemente no perdura en la actualidad, y del que bien pudo haberse servido la finca de Salafranca.
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